La Unidad 731 fue una instalación secreta del Ejército Imperial Japonés dedicada a la investigación biológica durante la Segunda Guerra Mundial. Ubicada en Manchuria, operó entre 1935 y 1945 bajo el mando del general Shiro Ishii. Allí se cometieron algunos de los crímenes de guerra más atroces del siglo XX. Miles de prisioneros —chinos, coreanos, rusos y algunos aliados— fueron utilizados como sujetos de experimentación. Se les infectaba con peste bubónica, ántrax o cólera para observar los efectos. Otros eran sometidos a vivisecciones sin anestesia, exposición extrema al frío o pruebas de armas químicas. El objetivo: desarrollar armas biológicas para su uso masivo. Tras la guerra, muchos de los responsables fueron protegidos por Estados Unidos a cambio de su “valiosa” información científica, evitando así el juicio de Tokio. La historia de la Unidad 731 es un recordatorio brutal de lo que ocurre cuando la ciencia se desliga por completo de la ética.
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