La logia de Nebkara fue una de las muchas sectas que, aprovechando la coyuntura de los fenómenos, intentaron sacar partido del fenómeno y ganar adeptos.
La secta estaba compuesta por un hierofante, un alarife, un tesorero, varias familias y una perra llamada Sejmet.
Construyeron una pirámide, imitando la del faraón Nebkara, que no medía más de unos cinco metros de altura desde la base hasta el pico. En su interior dormían los elegidos, los demás malvivían por los alrededores en tiendas de campaña.
Creían en la profecía de su líder: «La cosechera vieja le pisa los talones a una Tierra herida… Cuando la atmósfera ruja y el Ángel colapse sobre las aguas, en ese instante, el Demonio se lazará desde las profundidades. El bajo astral rezumará hiel y la Tierra se convulsionará. La gran ola resultante acabará con todo».
El líder, un hombre gordo y calvo llamado Rolando, llegó a tener esos conocimientos gracias a que era capaz de recordar sus vidas pasadas.
Los miembros de la logia siempre observaban atentos al sudeste. Creían que desde allí vendría su aniquilación. Lo único que deseaban era poder suicidarse juntos antes de tener que sufrir el impacto de la gran ola exterminadora, compuesta por ciudades y pueblos arrasados.