¿Está todo escrito ya?

En literatura, ¿está todo escrito ya?

Averigüémoslo.

Pero partamos de algunas técnicas literarias especialmente enfocadas al uso de la emoción dirigida.

Por ejemplo: la escritura peligrosa.

Tom Spanbauer

La escritura peligrosa es una corriente creativa adoptada por Tom Spanbauer, maestro de Chuck Palahniuk, en su taller literario, y consiste (entre otras muchas cosas) en abrazar lo que más te duele, lo que más te humilla, (en definitiva: todo aquello que solemos esconder) para alcanzar un estado de verdad que, aun transmutando esas vivencias en ficciones —y, por ende, en mentiras—, se mantenga la partícula elemental que les confiere fuerza y verdad: la emoción.

Chuck Palahniuk

Otra técnica literaria que pone en valor la emoción dirigida es la teoría del puente colgante.

Es un postulado de la autora Charlotte Roche, autora de Zonas húmedas, la novela más vendida mundialmente en 2008. Sin embargo, la teoría del puente colgante proviene de otra novela: Furores íntimos.

Charlotte Roche

En esta obra, Roche coloca a una mujer en el papel de encuestar a una serie de hombres por la calle, una calle normal y anodina como cualquier calle de cualquier ciudad. Al terminar la encuesta, les da su teléfono para que llamen si quieren conocer el resultado.

El nombre del postulado cobra sentido cuando la protagonista de Furores íntimos repite el experimento en un puente colgante que se mueve y no resulta especialmente seguro.

La conclusión de este postulado, en base a la propuesta de la novela, es que los hombres entrevistados en la calle llamaron para saber los resultados de la encuesta significativamente menos que los hombres entrevistados en el puente colgante. La razón es que: bajo condiciones normales los vínculos no se estrechan con la misma espontaneidad y fortaleza que bajo circunstancias anómalas o peligrosas.

En cine y literatura, cuando las premisas exploran la tragedia o un conflicto que rompe la normalidad, habremos observado un sinfín de veces cómo una pareja de protagonistas acaba consolidando una relación fuerte, ya sea romántica o de amistad.

Hay personas que quedan unida para siempre tras sobrevivir juntos a un accidente aéreo.

Si continuamos bajando por este tobogán de las emociones, descubriremos más pronto que tarde que los escritores pintamos emociones. Los estados anímicos y los adjetivos que los representan no son más que colores en una paleta de palabras que podemos utilizar para dirigir la emoción.

Esta es una de las razones fundamentales por las que se postula con frecuencia que todo está escrito ya.

Si desvestimos las obras del contexto de su época (independientemente del siglo, independientemente de las preocupaciones de la sociedad del momento), observaremos que las premisas emocionales son siempre las mismas. Todo nos conduce a caminos ya visitados.

Incluso la ausencia de emoción es una emoción en sí misma, como podemos encontrar en el existencialismo de Camus.

Albert Camus

No obstante, y aquí viramos un instante a la diferencia entre MOSTRAR y CONTAR, uno de los grandes retos de la escritura estriba en nuestra capacidad de informar al lector de las emociones que queremos dirigir (para que las reciba) sin remarcarlas en ningún momento.

La sobreexpresión de una emoción suele neutralizar la emoción misma.

Por ejemplo, podríamos escribir: “Alejandro está triste”.

O podríamos escribir: “Alejandro entró por la puerta de su habitación al mediodía y, sin quitarse la ropa, se metió lentamente en la cama. Estuvo con el rostro cubierto por el edredón y los ojos vidriosos durante horas”.

El primer ejemplo expone una emoción. Estamos viéndola. No estamos sintiéndola. Esto es mostrar.

El segundo ejemplo narra una situación a partir de la cual se puede inferir esa emoción. No la estamos viendo. La estamos deduciendo. Esto es contar.

Contar es importante porque, en palabras de Carlos Salas en su Storytelling: “A la mente humana le da placer deducir cosas que no están escritas, sino insinuadas”.

Inferir emociones a través de lenguajes indirectos le confiere a la obra una capa orgánica que facilita una conexión a un nivel más profundo.

Así que regresemos a la pregunta inicial: ¿está todo escrito ya en la literatura?

Sí y no.

No, porque los contextos cambian. La forma de entender el presente varía (aunque soy un firme creyente de que vivimos embuclados en una continuidad que se reescribe con diferentes nombres, lugares y miedos).

, porque las emociones son avatares que se perpetúan entre nosotros desde que colectivizamos la manera de entender conceptos como: amor, odio, hijo, madre, familia, etcétera.

No obstante, si somos ese perfil de escritor que ataca directamente a la emoción, utilizando el contexto únicamente como un escenario en el que suceden las cosas, entonces no os compliquéis: las bases de lo que somos son suficiente para contar cualquier historia. Quizá, para vosotros, por vuestra forma de entender la literatura, ya esté innegablemente todo escrito.

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