Sobre el ritmo al escribir

Cuando la musicalidad y las letras se conjugan para hacer más importante (y embellecer) lo importante

Cuando hablamos del ritmo en las historias, hablamos de un abstracto que puede referirse a muchas cosas:

  • La estructura de la trama.
  • La longitud de los capítulos al entretejerse.
  • La sensación de progresión en situaciones que se resuelven rápido sin menoscabo a su coherencia.
  • La subjetividad del lector, que establece una relación de ritmo en función al tipo de obras que suele consumir.
  • Etcétera…

Pero hay un tipo de ritmo que procede de la conjunción de la música y la poética. Alto: no vamos a escribir poesía (o sí, ¿por qué no?). Pero si escribes prosa, el lirismo está ahí: puedes utilizarlo en tu favor para que las situaciones crezcan a partir de las descripciones.

Arte de Dmytro Danylov.

Pongamos el siguiente caso: un personaje que vive en las afueras sale de su casa en plena madrugada y se sube al coche para ir a trabajar a la ciudad. Salvo que por algún motivo especial necesites que esto se eleve de la monotonía, lo normal es utilizar frases cortas para conducir la acción hacia donde realmente importa: el momento en el que descubre que hay un muro de fuego en mitad de la carretera que le impide seguir. Y ahí tendrá más sentido hacer un ejercicio de «grandeza» de la prosa para capturar la emoción (en este caso, perniciosa) de este fenómeno que tantas cosas puede implicar para el personaje y el devenir de la trama.

Sin embargo, para entender la musicalidad y el ritmo de una obra, y de cómo impacta un buen uso en el resultado final, apelaré a uno de los ejercicios más emblemáticos de Gary Provost.

Este ejercicio, conocido viralmente como «Escribe música» del libro 100 Ways To Improve Your Writing, deja claro la forma en la que el lector almacena información, que busca —como todo ser humano— patrones por doquier. Las estructuras similares evocan monotonía, y la monotonía descrita de forma intencional consigue un efecto importante: hacer que lo que venga después sea más importante.

Porque cuando acaba el primer párrafo y Provost escribe: «Ahora, escucha», se produce una inflexión de alerta que avisa de que ahora es la bajada de la montaña rusa. Va compaginando las frases en una cabalgada variable hasta que al final se lanza en un remate final que nos traslada a la épica de Gandalf apareciendo en el Abismo de Helm.

Así que cuando hablamos de ritmo (estructural, capitular, resolutiva, subjetiva), también podemos enfocarnos en la métrica de las frases estudiando, en función de su longitud y correspondencia con las frases vecinas, qué emociones queremos evocar.

Lo hace la poesía, ¿cómo no iba a hacerlo la prosa?

Y recuerda: si te gustan estos consejos y estás buscando un taller literario, echa un vistazo por aquí. También puedes encontrarme en el Vuelo del Cometa.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: