Si todo en el universo tiene su lado opuesto: su reverso, su contrario; la Parroquia también lo tiene. Las Linternas es ese lugar.
Los pocos que lo han contemplado lo describen como un desfiladero de majestuosas paredes que se ramificaba a izquierda y a derecha. Al frente una encrucijada de gigantes, revolucionada de nubes y fucilazos, alzada frente a un fondo abisal. En las paredes del desfiladero, se pueden ver, a través de una capa de nubes tormentosas, los fuegos sagrados que balizan los templetes dispersos en los bancales y en las grutas. El sitio irradia una sensación de bienestar que embriaga a sus moradores, pero hay algo que llama la atención: el lugar parece herido, casi muerto. Es como si se hubiera abandonado hace mucho tiempo.
Las linternas es el lugar donde van, al morir, las personas más queridas por su comunidad; personas queridas como las parteras o las sacerdotisas.