El Libro de los Nombres está dividido en fragmentos que se han ido agolpando, en forma de grimorios, en las estanterías del Gran Salón de la Parroquia. En ellos, el Vicario ha ido escribiendo los nombres de todos los moradores que alguna vez han pasado por la Parroquia. En sus páginas se perciben formas alfabéticas ribeteadas con hilo de oro y símbolos arcanos de significado infausto.
Estos libros son útiles para encontrar entidades de una jerarquía superior a la media, pero el esfuerzo de leer sus páginas es tan grande, tan agotador, que se necesita dormir horas después de ojear un par de párrafos. La bruma de su maldición es tan fuerte que los sentidos se embotan y la percepción se retuerce.
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