En el Reino del Aherrojado, la nación muerta mejor organizada de la Parroquia, hay un lugar donde se guardan todas las mentiras y todas las tergiversaciones que este reyezuelo ha contado a la humanidad. Ese lugar es la gran biblioteca del Aherrojado.
Las paredes no son de ladrillos, sino de libros. Lomos y lomos apergaminados por la humedad y unidos con argamasa. Si juntásemos sus palabras le daríamos la vuelta entera a la Vía Láctea.
Los vasallos del Aherrojado, los heresiarcas, son frailes muertos. Se encaraman a escaleras en precario equilibrio para atrapar cartuchos de pergaminos enrollados, libros encuadernados en hierro o pesados tomos de poder. Rescatan escrituras a lo largo y ancho de los muros y después plasman con símbolos y grabados las enseñanzas, vivencias y hazañas del Aherrojado… incluso conocimientos usurpados que él se adjudica y luego tergiversa.
Quizá un espíritu joven pase la vista por este crisol de conocimiento y crea que mil años de sabiduría le devuelven la mirada, pero serán las mil formas que el Aherrojado tiene de distorsionar la realidad.
Toda la biblioteca son los fragmentos que conforman la arrogancia del Aherrojado; su complejo de Dios.
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