El Aherrojado es el mayor embustero de la Creación. Domina la historia del hombre con sus mentiras y, aún vivo, reina en la nación muerta mejor organizada de la Parroquia.
Tiene rasgos de homínido prehistórico. Su nariz es bulbosa, achatada y descomunal; sus pómulos prominentes, desproporcionados; sus ojos pequeños, contorneados de arrugas; sus labios finos, apiñados en un hocico largo de primate; y su melena cerdosa, abundante en sienes y patillas. Se envuelve en una vieja capa marrón y en su cabeza lleva un sombrero satgat de paja, al estilo tradicional de los campesinos. Tiene un brazo mecánico torneado de cables que bombean sangre. Cuando usa su corona se envuelve en un pulsar rojizo y neblinoso, suspendido en el corazón de una telaraña inimaginable de cuerdas, cables y artilugios desconocidos para la ciencia. Su figura, humanamente insignificante, suplica una compasión envenenada. Es una máquina con alma. Mitad orgánico, mitad mecánico.
Su madre era una valquiria majestuosa, de tres metros, emparentada con los Celestiales. Su padre era el jefe de su clan, un simio enano, un orangután primitivo y soberbio. Un día, hace eones, su padre, en una batida de caza con los demás miembros de su grupo, acabó apresando a su madre; le arrancó las alas y la relegó a satisfacer sus apetitos sexuales. Al Aherrojado lo odian desde que su padre, ese orangután con ínfulas de hombre, raptó a su madre y la violó hasta el día de su muerte. El Aherrojado es medio divino por parte materna, medio subnormal por parte paterna. Mitad mono, mitad sagrado.
Se esconde en la Parroquia de los que no aceptan su existencia. Pero no está muerto. Lleva vivo más de un millón de años. Gracias a los milagros de una mecánica que no pertenece a estos planos lleva milenios conociendo pueblos, urdiendo engaños, vociferando leyes desde las lomas, atesorando sabiduría en las bibliotecas de su reino. Es la encarnación del paso del tiempo. En cambio, le conlleva un esfuerzo agotador recordarlo todo. Solo intentarlo le llevaría una eternidad. Infatigable en sus embustes, perezoso en sus evocaciones. Mitad embaucador, mitad caprichoso. Es el Rey de los Susurrantes pero esclavo de su naturaleza.
En los yunques de la Creación puede realizar incontables milagros, desde el nacimiento de la alquimia hasta el mapeado neuronal. Moldea la realidad creando simulaciones matemáticas de mundos sólo por placer, y con cada simulación, la Tierra vive en él. Tiene el poder de un Celestial pero la torpeza de un mono.
Todo en él es una absurda contradicción.
El Aherrojado tiene el poder de abrir el camino a las tripas de la Parroquia y cuenta con un ejército descomunal de banderizos capaces de plantar cara a un Serafín.
Pero ahora en su trono ya no se sienta él. Alguien ha usurpado ese lugar. Desde que el Aherrojado abrió el paso hacía el Cavador y fue atacado por un Serafín, quien luce su corona y se envuelve en pulsaciones carmesí es una pérfida dríade llamada Cárcava.
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