Baako

Baako es la fundadora del gran fuego que rodea la Parroquia.

Es de origen burundés. Cuando era joven vivió en un campo de refugiados pasando hambre y aprendiendo medicina de manera autodidacta. No consiguió llegar a ser una buena médica, mataba más que curaba, y el hambre la empujó al canibalismo, una práctica que fue constante en su vida.

Ejercía como médico en su cabaña siempre que podía, pero poco a poco, empezó a tener problemas para disimular los hedores de sus víctimas. Para solucionarlo cavó una zanja y la lleno de productos químicos disolvente. Allí arrojaba los restos orgánicos.

Un día, el humo blanco de las reacciones químicas alertaron a unos guerrilleros que se acercaron a su cabaña. En su interior hallaron a la caníbal y a una mujer en avanzado estado de gestación a la que le habían amputado los brazos, las piernas, la lengua, los ojos, la nariz, los pechos, los labios, incluso trozos de mejilla. Baako la redujo a un vientre con la excusa de que, embarazada, la calidad de su carne alcanzaba su máximo esplendor.

La tenía cableada a un palo con tantas bolsas de suero y vitaminas que parecía una centralita telefónica.

El jefe de los guerrilleros la maldijo. No se atrevió a violarla. Amontonó neumáticos y la aprisionó con ellos. Baako sintió la humedad aceitosa de la gasolina filtrándose entre los neumáticos.

Fuego.

Envuelta en un dolor delirante, sintió que la empujaban. Rodó hasta la balsa de disolvente y provocó una deflagración que incendió la superficie. Fueron los cinco segundos conscientes más terribles de esa franja temporal en nuestro sistema solar.

El Aherrojado le pidió al Arriero que se la entregara como trofeo. Cuando el Arriero la encontró en la periferia de la Parroquia se asemejaba a una estrella caída.

Todo cuanto tocaba ardía.