La Torre Luria era un edificio de oficinas de quince plantas de altura, ubicado en Buenos Aires y que servía de centro de operaciones para el Zohar.
Se erigía sobre más de cuarenta firmas empresariales, todas propiedad del Zohar: notarías, asesorías fiscales, despachos de abogados, sedes administrativas de compañías subsidiarias… El legado de Schultze en cuanto a tejemanejes corporativos seguía dando sus frutos.
El lujoso vestíbulo de la Torre Luria constituía la única entrada y salida a la superficie, y siempre estaba atendido por vigilantes de seguridad equipados con pistolas semiautomáticas de nueve milímetros.
El ático del edificio estaba reservado para ser las dependencias privadas de Víctor Amsel. Dependencias que nunca eran abandonadas, debido al elevado grado de paranoia de su inquilino. El ático tenía como única iluminación el azul eléctrico de las tiras leds que discurrían sobre el rodapié, de las paredes colgaban reproducciones acristaladas de la obra de Paul Klee, y una soprano susurraba el Lacrimosa de Zbigniew Preisner desde altavoces ocultos, integrados en el minimalismo del entorno.
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