El Cisma de Levante era una congregación de cuarenta y tres sacerdotes excomulgados. Adoraban a una huella que se parecía vagamente a la imagen occidental de Jesucristo.
El Cisma de Levante se diferenciaba del Consejo Nocturno en que gozaba de la simplicidad del presente. Comenzó con una insurrección clerical silenciosa promovida por el Abad Cordera, hasta que el movimiento se consagró como cisma.
Construyeron un santuario en un mediocre edificio frente al mar en la playa de Nules. Ese edificio no tenía pinta de convertirse en el motor de ninguna civilización, más bien era un eccema fascinante y aterrador. Allí se acantonaron cuarenta y tres sacerdotes renegados que creían a pies juntillas que la huella de levante era una representación de Jesucristo. A esa huella le llamaron el Señor de Nules.
Eso no agradó al Vaticano y se lo tomó como una ofensa. La iglesia deshonró y excomulgó a los insurrectos y publicó un comunicado donde figuraban los nombres de los cuarenta y tres sacerdotes excomulgados. Entre las acusaciones destacaba la de asociarse en un cisma pagano que abogaba por rendir culto a una huella que, en palabras del Abad Cordera: «es nuestro Señor verdadero».
Hicieron un pacto con el Consejo Nocturno y empezaron a utilizar al Señor de Nules como medidor de la magnitud de la siguiente umbra. El Consejo era uno de los pocos aliados que tenía el Cisma.
El Cisma se financiaba gracias a donaciones desinteresadas de personas que también crían en la naturaleza sagrada del fenómeno. La mayor contribuyente del Cisma de Levante era la madama del prostíbulo donde Octavio se suicidó, y donde trabajó Vicky hasta el día de su muerte. Un antro perdido en el marjal que amuralla la playa de Almenara, a quince kilómetros de Nules.
El Cisma atrajo sacerdotes extranjeros, muchos de una juventud que inyectó beligerancia en la devoción común. Hombres de fe y razón, pero que las decepciones y la decadencia de la soledad los había empujado a la barbarie.
La noche que la umbra se cernió sobre Nules, Querox asaltó al Cisma de Levante. Cuatro lanchas fueraborda atracaron durante la noche en las playas de Nules. Los asaltantes se dirigieron al santuario del Cisma. El Abad Cordera fue la primera víctima. La brutalidad escaló en cuanto Araujo equipó a los sacerdotes con armas blancas. De esa manera disuadieron a los asaltantes de irrumpir por la puerta principal, pero no evitaron las consecuencias de un asalto guerrillero. El asalto duró días. Al atardecer del duodécimo día las paredes del santuario comenzaron a retumbar por las mazas. Los hermanos de defendieron bien pero no pudieron evitar la masacre. Dieciséis de los hermanos de Araujo se enfriaban en el suelo. Al final el Padre Araujo pudo apresar al Caudillo de sus atacantes. Lo cogió moribundo y lo utilizó como método de persuasión. Con las carótidas del Caudillo lleno varios cuencos que ofreció como tributo a su sagrado Señor de Nules.
De los cuarenta y tres sacerdotes investidos guardianes, después del ataque que empezó la noche que la umbra se cernió sobre Nules, sólo quedaron seis.
El Cisma perdía encanto.
El Cisma estaba en declive.
5 comentarios sobre “Cisma de Levante”