Condenados de las Mansiones subterráneas

Los condenados de las Mansiones subterráneas son las entidades inferiores que pueblan ese plano de la Parroquia. Espíritus miserables condenados por su propia idiotez.

Los condenados tienen espaldas encorvadas y brazos simiescos. Sus ojos lechosos relumbran de hambre y de frío. Son como bultos reptantes que escrutan y se agazapan detrás de las columnas de las Mansiones Subterráneas. Cuando corren son como perros de presa en desbandada; galopan a cuatro patas, con las manos abiertas y los pies descalzos, fluyendo con la entropía de un cardumen de pirañas. Son sabuesos del pecado menor. Menos que peones, menos que munición de fogueo.

Los condenados constituyen la dieta de los grandes lores de la Parroquia. Los espíritus jóvenes que llegan a la Parroquia tienen escasos días para alcanzar las Mansiones subterráneas. Si no lo consiguen acaban devorados y digeridos en una sustancia deshumanizada, pero consciente.

Cuando un espíritu es devorado sigue siendo energía residual. Los devorados abandonan su antropomorfismo, abandonan cualquier vestigio de humanidad. Se transmutan en una nueva forma; réplicas moleculares, dispersas y apenas conscientes en los intestinos de su cazador. Un suplicio aletargado y amalgamado en las vísceras de su anfitrión. Son conscientes en tantos puntos a la vez que su eternidad la signa la locura, el ruido y la distorsión.

9 comentarios sobre “Condenados de las Mansiones subterráneas

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